El camino… ¿hacia dónde?

Una reflexión sobre un viaje, un grupo, la alegría de estar en camino, una roca en el camino, la imagen de un pájaro y el trabajo

El camino… ¿hacia dónde?

Desde el pequeño estacionamiento donde nuestro grupo estaba esperando para salir, no veíamos mucho de los alrededores. Habíamos sido informados de lo que nos esperaba, pero no sabíamos adónde íbamos.
Yo miraba furtivamente a mi alrededor. ¡Los demás parecían tan seguros de sí mismos! Llevaban mochilas en su espalda, zapatos de senderismo e ingeniosas botellas de agua. Pienso que todos ellos habían seguido cursos de supervivencia o algo semejante, pues conocían todos los términos técnicos. Habían debatido con los responsables que ellos ya habían hecho varios viajes de este tipo.
Para mí, todo era nuevo. Todo lo que hice fue escuchar, por así decirlo, con la boca abierta. Fue como si hubiera esperado este momento toda mi vida. Tenía muchas preguntas, pero no las hice. Sin embargo, ellas recibieron respuesta, pero sin indicaciones precisas. Cuando me preguntaron si quería viajar, me sorprendió que me admitieran, y al mismo tiempo sabía que nada podía detenerme. Todos los inconvenientes –pues los había, evidentemente– habían sido contemplados.
Para mí fue sencillamente irresistible. Desde hacía algún tiempo, sentía un intenso sentimiento de esperanza, no sabiendo entonces lo que esperaba. Un anciano me había sonreído, lo que me hizo sentir que iba por buen camino. Fue incomprensible, pero inequívoco. Fue entonces cuando conocí a este grupo de viajeros. Una notable colección de personalidades, todas tan diferentes… Y yo era un nuevo recluta, aunque ya de mediana edad. Curiosamente, los que tenían más aplomo también eran los más desenvueltos. Dejaron pasar una noche de preparación por un juego en el que querían participar. ¡Por supuesto, ya sabían tanto! Vaya, ¿qué estaba pasando? Esos tipos con sus mochilas, ¿ya se iban, o sólo era una ilusión? Sí, se iban. Regresaban, pero darse la vuelta nunca podía ser el camino, porque allí no había vuelta atrás.
Los responsables vinieron hacia nosotros para desearnos buen viaje. Todos nos dimos la mano, y entonces me quedé solo. Se podría decir que eso no era posible en un grupo pequeño, pero así fue. Sólo tenía una brújula conmigo, pero no sabía cómo funcionaba.
Como no sabía adónde ir, me puse a caminar. Me convenció totalmente. La región era hermosa y regularmente me encontraba con un compañero de viaje; a veces era alguien que conocía y a veces alguien que ya se había puesto en marcha desde hacía más tiempo. Todos seguíamos nuestra propia brújula, pero cada una de ellas probablemente tenía una marca diferente, porque a pesar de la impresión contraria que tenía, nadie caminaba ni al lado, ni detrás de mí, y cuando miraba, no veía a nadie.
Estaba tan feliz de estar en camino que casi empiezo a saltar. Aunque se nos advirtió de que había obstáculos desagradables, todavía no había nada que señalar. A veces, veía detenerse a una persona, con el rostro inquieto, e incluso me encontré con alguna tirada en el suelo. Quise levantarla, pero no lo conseguí y ella me dijo que podría arreglárselas sola.
A veces llovía y a menudo hacía frío, o al contrario mucho calor, pero en general mi paseo fue agradable y rápido. De repente llegué a un límite. No me di cuenta, solo lo percibí cruzándolo.
Ahora todo era nuevo y desconocido. Ahora caminaba con más cuidado, a veces vacilando en la elección de ir a la izquierda o a la derecha. Me encontré con grietas por las que tenía que saltar y era peligroso. Tuve que escalar cumbres elevadas y agotadoras, seguidas de senderos sinuosos, horriblemente abruptos y resbaladizos a causa de la lluvia.
Sin embargo, en ningún momento deseé haberme quedado en casa, porque en todo momento, aquí, estaba en mi casa.
Desde hace semanas o meses estoy frente a esta enorme roca, no lo sé muy bien. Lo intenté todo: empujé, tiré, traté de arrastrarla, corté, me lancé encima, trepé y me deslicé de nuevo hasta abajo.
Nadie en los alrededores, y no puedo ir más lejos. He reunido todas mis fuerzas, pero no quiere ceder. Ni siquiera puedo ver lo que hay detrás, ni incluso a los lados. Regresar: imposible, inútil intentarlo. ¡Pero no puedo quedarme aquí siempre!
Tengo hambre y sed, tanta y hasta tal punto que estoy dispuesto a intentarlo todo; ¡si al menos pudiera mover este bloque! Pero cuanto más lo intento, más me canso, y no quiero dormirme. Me aseguraron que no había que dormirse, ya que el despertar sería muy difícil.
Me siento sobre un espolón rocoso y reflexiono una vez más sobre todos los métodos que ya he utilizado. ¡No obstante, esto debería ser posible!… De vez en cuando, es como si algo –justo fuera de mi alcance– apareciese en mi cabeza, pero cuando quiero mirar, ya se ha ido.
La única cosa que atrae verdaderamente la atención en este entorno, es una especie de gran ave posada sobre el bloque desde hace ya un cierto tiempo. Aparte de ella, no he visto ningún otro animal. Es una extraña bestia que me mira con mala cara. Ahora me siento tan solo que tiendo a tener una conversación con ella, ¡pero es una locura!
A veces vuela un poco y luego vuelve al mismo lugar. Sería genial si pudiera volar yo también, pensé, entonces volaría sobre la roca.
¿Acaso el ave vivía detrás? Mira, ahora vuela de nuevo, más alto que antes y yo lo sigo con los ojos. Vuela cada vez más alto, y es maravilloso ver cómo sus elegantes alas se despliegan sobre el cielo azul. Hay un círculo de luz a su alrededor y me doy cuenta que precisamente vuela entre yo y el Sol, totalmente derecho hacia la luz.
Me olvido de la roca y dejo que mi corazón vuele con ella, tan maravillosa, ligera y libre.
Ninguna parte del viaje puede igualar este vuelo y me parece que el ave lleva una corona de luz blanca ornada de piedras preciosas de todos los colores. Es una locura, pero me acerco más y más a él y muy pronto alcanzo su espalda, en la que encuentro un lugar cómodo para sentarse. En un crujido de alas deslumbrante, nos movemos juntos a través de los cielos, cuando de repente vuelvo a pensar en el viaje. ¿También él iba hacia arriba?
El pájaro gira su cabeza hacia mí y su mirada es la de un viejo amigo, pero ¿quién es? Su voz es baja y alta al mismo tiempo, suave pero distinta: «Primero hacia arriba, luego habrá que aterrizar, en el trabajo».
Y con valor, bajamos al punto en que me encontraba antes. ¿Dónde está la roca?

 

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Fecha: diciembre 31, 2017
Autor: Anneke Munnik (Netherlands)

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