Caballeros Durmientes – Parte 1

"Lo asombroso es que la energía que mueve e inspira los centros creadores profundos habita en el más sencillo cuento infantil"

Caballeros Durmientes – Parte 1

Joseph Campbell manifestó en su libro El héroe de las Mil Caras: «Lo asombroso es que la energía que conmueve e inspira los centros creadores profundos habita en el más sencillo cuento infantil, así como el sabor del océano está contenido en una gota y todo el misterio de la vida en el huevo de una pulga” [1] Campbell afirma que los mitos populares y las historias recopiladas de todos los rincones de la Tierra forman una rica y colorida historia sobre el objetivo sublime de la vida humana y el camino que lleva a la realización espiritual.

Una de las leyendas polacas más conocidas sobre “caballeros durmientes”, los que yacen en una gruta bajo el pico Giewont [2] encaja con la alegoría mundialmente popular de los héroes que permanecen dormidos y que, en el momento adecuado, se levantarán para luchar por la libertad. La historia de los valientes caballeros durmientes de las montañas Tatras generalmente se interpreta en un contexto patriótico, pero su mensaje es mucho más profundo y original. Para demostrarlo, primero citaremos el contenido de la leyenda como recordatorio.

El héroe de la historia es un pastor llamado Juan, que vive en una aldea de las tierras altas al pie de las montañas Tatras. Érase una vez un viejo montañés, vecino de Juan, que lo visitó y le contó una historia sobre un tesoro escondido en una gruta bajo el pico Giewont. Intrigado, el muchacho fue a las montañas a buscar la gruta. Cuando se cansó de deambular, se sentó en una piedra y escuchó un relinchar de caballos. Le sorprendió, porque a esa altura no había caballos. Después de un rato, se dio cuenta de que los sonidos provenían del subsuelo. Miró a su alrededor y vio una pequeña brecha entre las rocas. Desplazó la piedra que bloqueaba la entrada, se deslizó hacia abajo, caminó en la oscuridad por un momento, hasta que llegó a una gran cueva en la que ardía una hoguera. Allí abajo había hermosos caballos y entre ellos dormía un caballero de brillante armadura. Juan se asustó y comenzó a correr. Pero mientras escapaba, accidentalmente tropezó con una piedra y despertó al caballero, quien le preguntó:

– ¿Llegó la hora?
– No, señor, todavía no – respondió Juan.
– Bien, muy bien – dijo el caballero y señaló la siguiente cueva al muchacho.
Mira, muchacho, aquí dormimos. Somos los caballeros de Su Majestad. Cuando llegue el momento, nos levantaremos para defender nuestras montañas y tierras. Pero no despiertes a mis hermanos todavía. Se levantarán cuando sea necesario.

Al decir esto, el caballero se acercó al fuego, sacó un gran tronco encendido y se lo dio al muchacho para que pudiera iluminar su camino. A su regreso a casa, Juan les contó a los aldeanos su aventura, y ellos también querían ver a los caballeros. En su siguiente viaje, el muchacho no encontró la entrada a la cueva. Tampoco oyó relinchar a los caballos.

– Todavía no ha llegado el momento – les dijo a los aldeanos, y le creyeron. Un viejo montañés le dijo al niño:

– No pensé que podrías encontrar el tesoro del que te hablé. ¿Sabes cuál es el tesoro?

Juan sacudió la cabeza.

– Es la libertad, muchacho. El montañés sonrió. Es el mayor tesoro. No solo aquí, en las montañas, sino en todo el mundo. Y los caballeros dormidos de Tatras siempre lo protegerán.

Esta leyenda inspiró a una famosa autora polaca, Maria Konopnicka (1842-1919), para escribir un poema:

Allí, en mi país, en una tierra lejana

 

Allí, en mi país, en una tierra lejana,

centenares de estrellas tenues brillan en una corona,
cien estrellas apagadas sobre el campo,
como cien caballeros con una armadura de hierro.

Allí, en mi país, en una tierra lejana,
cien corazones al rojo vivo con ardiente quemadura,
cien corazones al rojo vivo golpean el pecho
como un fantasma con placas de hierro forjado.

Allí, en mi país, en una tierra lejana,
cien vientos galopan a través de tierras en barbecho,
cien vientos galopan a través del sendero de la estepa
como las herraduras doradas de cien corceles golpeando el suelo.

Y cuando pasen cien días, cien noches,
con corazones llenos de poder, los caballeros se levantarán,
los caballeros se levantarán, los caballos se montarán
y encenderán las estrellas en la corona dorada.

 

 

El simbolismo contenido tanto en la leyenda como en el poema se refiere a los motivos arquetípicos que desencadenan el camino espiritual liberador, en el que cada persona se pone en marcha cuando llega el “momento adecuado”. Este camino siempre ha sido comparado con escalar una montaña alta. Su objetivo era y sigue siendo la ascensión, las alturas espirituales, recuperar la libertad y la soberanía que se perdió hace mucho tiempo, liberarse de las cadenas del mundo material, del círculo vicioso del nacimiento y la muerte.

En la segunda parte de este artículo, trataremos de mostrar cómo esta vieja parábola popular eslava y el poema escrito por Maria Konopnicka coinciden con el camino de la transformación alquímica y el mensaje bíblico, interpretado a través del prisma del cristianismo interior (Gnosis).

 

continua Parte 2


[1] El héroe de las  mil caras, JOSEPH CAMPBELL. Prólogo, El Monomito, pág. 11, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires.

[2] Giewont es un macizo montañoso en las montañas polacas de Tatra, tiene 1,895 metros AMSL en su punto más alto. El perfil de las montañas, visto desde el norte, se asemeja a un caballero acostado.

[3] Traducido por Przemysław Musiałowski, 30/10/2019 https://www.poemhunter.com/poem/there-in-my-country-in-a-faraway-land/

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Fecha: mayo 18, 2020
Autor: Emilia Wróblewska-Ćwiek (Poland)
Foto: Leon Wyczółkowski

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