Juventud

¿Cuándo crecí? ¿O aún estoy esperando hacerlo?

Juventud

La juventud se describe normalmente como un estado de inmadurez. Cuando, por un momento, miro por encima de mi hombro, me pregunto: ¿dónde crecí, en qué lugar? ¿O aún estoy esperando hacerlo?

Una vida humana, obviamente, no es un proceso lineal con una salida y una llegada. Una y otra vez algo nuevo vino a mi camino, algo como una posibilidad, un cambio de rumbo, una nueva percepción. Era como un fuego que se avivaba constantemente una y otra vez. Libros nuevos, gente nueva, chistes nuevos y comentarios sobre mi comportamiento -a veces amargos, a veces instructivos-, me guiaban. Algunas amistades se alejaron, surgieron otras nuevas y se fueron de nuevo. Hasta que, inesperadamente, se abrió otra puerta.

Sin embargo, un patrón comenzó a surgir, algo así como un hilo fue percibido. No siempre lo deseado o esperado. A menudo pensé que había llegado el momento de poner punto final, pero reiteradamente resultó ser solo una coma. Nunca realmente he logrado algo. En el mejor de los casos, tal vez, he cambiado mis límites de alguna manera, si es que había alguno.

La esencia de ese ser al que llamamos ‘yo’ siempre estaba allí, incluyendo todo lo que venía con él y alrededor de él. Un caleidoscopio, por decirlo así:  de vez en cuando un campo de batalla, de nuevo un infierno o un paisaje que fluye con una sensación de hogar feliz. Además, también a veces un vuelo frenético a ninguna parte.

Ir y venir, viaje y llegada. Todas son referencias a un curso, a un lapso de tiempo. Pero cuando ‘miro hacia atrás’ por un momento, de alguna manera lo extraño. Infancia, juventud, madurez, son etapas de la historia de mi vida, pero en mi opinión no son relevantes en mi vida. Todo ese pasado parece estar contraído, concentrado en un solo punto. No puedo darle un nombre. ¿Quizá ‘se acabó’?

Pero mejor no darle nombre, porque el ‘hoy’ es siempre nuevo, único, sin un ayer ni un mañana.

Un guiño de eternidad en el que puedo contemplar todo mi ser en una fracción de segundo. ¿Como un invitado? ¿Como un espectador?… ¿O como yo? Una vaga inquietud evade tanto la pregunta como la respuesta, pero algo en mí “lo sabe”.

El núcleo es siempre esa llama que me ha sido confiada a mí, el portador ajeno.  Como la imagen múltiple de un caleidoscopio, fiel como un reloj.  Contradiciendo todo sentido común, dos entidades que innegablemente allanan mi camino hasta hoy: soy guiado y protegido. Y una euforia, casi crónica, de gratitud.

El ascenso a la verdadera madurez es una juventud eterna.

 

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Fecha: febrero 3, 2019
Autor: Emiel Vanhuyse (Belgium)

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