Kierkegaard – Angustia en relación al espíritu divino

El estado de contemplar el espíritu, pero no poder comprenderlo, es lo que Kierkegaard llama un estado de "nada". También se le podría llamar un estado de vacío, o un vacío que desencadena un miedo en el ser humano.

Kierkegaard – Angustia en relación al espíritu divino

Sören Kierkegaard, nacido en Copenhague en 1813, es considerado un importante filósofo danés. Es uno de los existencialistas. En sus escritos abordó los sentimientos existenciales de miedo, desesperación e impotencia que, para él, eran un requisito previo y una especie de prueba para llegar a la verdadera vida en Dios superando estos sentimientos. Kierkegaard era profundamente religioso. Defendió el cristianismo genuino, original, que para él significaba aceptar el sufrimiento y renunciar a este mundo. Acusó a la Iglesia Luterana Danesa de engañar a la congregación fiel fomentando la religión como un medio de consuelo y derribando así el cristianismo. Defendió su punto de vista de la manera más conmovedora en la revista Øjeblikket (El momento), que había publicado un año antes de su muerte.

«El hombre es espíritu. ¿Pero qué es el espíritu? Es el yo. Pero, ¿qué es el yo?«[1] Este es el comienzo del libro de Kierkegaard La enfermedad mortal. En el yo están unidos el hombre terrenal finito y el hombre infinito que tiene su origen en Dios. Sin embargo, el hombre no es consciente de su parte espiritual divina. Se esfuerza por alcanzar la felicidad y la satisfacción, pero ambas cosas son falacias, ya que se ignora el espíritu en este esfuerzo. Antes de la Caída bíblica, el hombre tenía contacto con el espíritu, pero el espíritu estaba latente en él. El hombre era, por tanto, inocente e ignorante, y había silencio y tranquilidad en su interior. Según Kierkegaard, el hombre lo experimentó como un estado de «la nada», una nada que le provocó un enorme temor.

La «Nada»

¿Qué quiere decir Kierkegaard con «la nada», ya que, después de todo, el hombre estaba vinculado al espíritu antes de la caída? El espíritu quiere conducir a la conciencia, pero una conciencia en conexión con lo divino. Según Kierkegaard, el espíritu lo quería antes de la Caída y lo sigue queriendo hoy. Aunque latente, el espíritu se puso en contacto con el ser humano, le impartió posibilidades, pero se retiró de nuevo porque el hombre no podía comprender al espíritu. Este estado de contemplar el espíritu, pero no poder comprenderlo, es lo que Kierkegaard llama un estado de «nada». También se le podría llamar un estado de vacío, o un vacío que desencadena un miedo en el ser humano. El hombre no era consciente de lo espiritual, ni tenía todavía una conciencia del Yo con una voluntad fuerte como la conocemos hoy. El espíritu estaba ciertamente cerca de él, pero al mismo tiempo distante, como para dejar al hombre inconsciente. Es decir, el ser humano no podía usar conscientemente los poderes espirituales, no podía expresarse conscientemente con ellos. La caída bíblica del hombre se produjo por el miedo al estado de «la nada», que Kierkegaard ve como un símbolo de nuestros conflictos existenciales.

El salto cualitativo

Con la prohibición de no comer del árbol del conocimiento, Adán y Eva tomaron conciencia de la posibilidad de elegir. Al comer el fruto, Adán se decidió en contra del espíritu y a favor del ‘pecado’. Para Kierkegaard, el pecado significa no solo la conciencia de la sensualidad y la sexualidad, sino también una vida de voluntad propia alejada de Dios. Kierkegaard llama a esto el salto cualitativo. Sin embargo, fue un salto que no se hizo en libertad, sino por miedo. Él enfatiza que no solo Adán dio este salto, sino también todos los seres humanos después de Adán, incluidos nosotros mismos. «La posibilidad de la libertad no consiste en poder elegir lo bueno o lo malo […] La posibilidad consiste (en todo caso) en que se puede […]» “La angustia no es una categoría de la necesidad […] de libertad, es una libertad trabada, donde la libertad no es libre en sí misma»[2].

Este momento de salto, dice Kierkegaard, no puede explicarse. Es un momento psicológico que ocurre no solo una vez sino constantemente dentro de nosotros, acompañado de una ansiedad existencial que implica una búsqueda desesperada de un vínculo con el espíritu. En nuestro miedo, nos enfrentamos constantemente a la decisión de elegir a favor o en contra del espíritu.

Si miráramos nuestro mundo desde el exterior, uno pensaría que debe haber una tremenda libertad y felicidad asociadas con innumerables opciones de elección. ¿Cuándo ha tenido la humanidad del mundo occidental tantas oportunidades de elegir y moldear su vida como le plazca como en nuestro tiempo? Sin embargo, las innumerables posibilidades no significan felicidad para nosotros; más bien, nos asfixian y, por lo tanto, a menudo se experimentan como una amenaza. Con muchas decisiones queremos obtener lo mejor para nosotros sin considerar los daños colaterales. Queremos realizar nuestra felicidad terrenal con nuestras decisiones, pero esto no se ajusta al plan divino. Intuitivamente, nuestra conciencia se involucra y sentimos que debemos tomar un camino diferente. Otras decisiones que experimentamos como existenciales, como el matrimonio, formar una familia, cambiar de trabajo, mudarnos a otra ciudad, otro país o separarnos de nuestra pareja, están relacionadas con el miedo a perder la individualidad o la libertad, así como con el miedo existencial al abandono y la soledad. El espíritu, sin embargo, quiere unificarse y con el espíritu el ser humano no se sentiría solo. Pero esto requiere la voluntad de abrirse al espíritu. Este es el miedo existencial del que habla Kierkegaard.

La libertad encadenada

Con el salto, nacieron la voluntad del Yo y la conciencia de sí miso del ser humano. El ser humano se volvió conocedor, capaz de reconocer el bien y el mal, lo que significa que fue capaz de experimentar la polaridad como positiva y negativa, como agradable y desagradable, y como alegría y sufrimiento en su propia carne. La vida de autodeterminación le dio al ser humano no solo felicidad y libertad, sino también dolor y sufrimiento. A esto se refiere Kierkegaard cuando habla del salto cualitativo.

La angustia el vértigo de la libertad; un vértigo que surge cuando, al querer el espíritu poner la síntesis, la libertad echa la vista hacia abajo por los derroteros de su propia posibilidad, agarrándose entonces a la finitud para sostenerse. En este vértigo la libertad cae desmayada. […] En ese momento todo ha cambiado, y cuando la libertad se incorpora de nuevo, ve que es culpable. Entre estos dos momentos hay que situar el salto, que ninguna ciencia ha explicado ni puede explicar. ”[3]

Sin embargo, el hombre no solo está expuesto al sufrimiento, no solo es una víctima, sino que con su voluntad egocéntrica también es un perpetrador. Tiene que aprender que no puede alcanzar la felicidad en la Tierra sino que con sus decisiones causa mucha destrucción y daño en el mundo y que disfruta de su felicidad a expensas de los demás.

Todos estos puntos muestran que el hombre no ha encontrado la libertad de la felicidad, sino que es siempre es una «libertad encadenada», dice Kierkegaard, porque la angustia resuena en cada decisión y en cada acción. Es la angustia a ser culpable por haber elegido la voluntad propia y el egocentrismo. Es la conciencia la que nos llama a cambiar de rumbo en cada acción y desde allí despierta en nosotros una angustia justificada.

El espíritu perturba nuestro orden

Sin embargo, el espíritu no deja solo al ser humano. Según Kierkegaard, el ser humano es un ser de cuerpo y alma y el espíritu es el elemento de conexión entre ambos. El espíritu quiere la síntesis, quiere establecer la unidad de espíritu, alma y cuerpo en el ser humano. Por lo tanto, se acerca al ser humano, perturba el orden del cuerpo y del alma y, por lo tanto, vuelve a causar una enorme angustia en el ser humano. Según Kierkegaard, cuanto más admite el ser humano al espíritu, cuanto más permite que el espíritu entre en su orden atrincherado, mayor es la angustia del ser humano. Una vez más, se angustia por la «nada». El espíritu que ya no está dormido en nosotros está distante, nos es ajeno, pero al mismo tiempo percibimos su poder. Eso es exactamente lo que nos angustia. Además, el espíritu perturba nuestro pequeño e idílico mundo de seguridad que hemos construido y al que queremos aferrarnos. Nos vemos obligados a dejarlo ir. Así, nos enfrentamos a la nada, a un vacío que nos provoca angustia. Además, el espíritu desencadena un proceso de purificación en nosotros, es decir, primero debemos caminar por un valle de lágrimas para poder entrar en la Tierra Prometida. ¿A quién le gusta descender a las profundidades de su psique y reconocer no solo sus cualidades, sino también su egocentrismo y su codicia y, por lo tanto, el dolor que ha infligido a sus semejantes?

¿Qué puede hacer el hombre para llegar a una solución?

Optar por el espíritu

La respuesta de Kierkegaard es que el ser humano debe alcanzar su ser interior tomando conciencia de lo eterno en sí mismo y comprender «que no puede exigir absolutamente nada de la vida y que  el espanto, la perdición y la ruina habitan, puerta con puerta, a la vera de todo ser humano«.[4]

Además, el hombre debe encontrar la fe. Kierkegaard entiende la fe como una certeza interior de que participamos en lo espiritual. Siguiendo su fe y optando interiormente por el espíritu, el ser humano puede revertir el salto cualitativo y perder la angustia. Sin embargo, sólo aceptando el enorme miedo al poder desconocido de la nada y de no ser nada ante Dios, el Espíritu puede revelarse en el ser humano, que entonces experimenta la guía sustentadora del Espíritu. No regresa al estado anterior a la caída, cuando el espíritu todavía dormía dentro de él, sino con la conciencia del bien y el mal y la aceptación de la angustia, el sufrimiento y la culpa, el ser humano adquiere discernimiento consciente y, por tanto, madurez.

 

Referencias

[1] Kierkegaard, Sören: La enfemedad mortal, Libro primero, capítulo 1º, pág. 10, https://www.academia.edu/38409029/La_enfermedad_mortal_S%C3%B8ren_Kierkegaard_PDF

[2] Kierkegaard, Sören: Der Begriff Angst (El concepto de la angustia), pág. 48 https://ministeriodeeducacion.gob.do/docs/biblioteca-virtual/GyMC-kierkegaard-soren-el-concepto-de-la-angustiapdf.pdf

[3]  ibíd., Pág. 56

[4]  ibíd., Pág. 122

Literatura:

Kierkegaard, Sören: Der Augenblick (El instante), Editorial Trotta, 2006, Madrid

Kierkegaard, Sören: Der Begriff Angst (El concepto de la angusatia),

Kierkegaard, Sören: Die Krankheit zum Tode (La enfermedad mortal).

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Fecha: marzo 24, 2021
Autor: Sonja Vilela (Germany)

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