El arte y la conciencia como un viaje hacia nosotros mismos – Parte 4

Cómo dejamos el espacio interno. Sobre visiones e ideales caducados

El arte y la conciencia como un viaje hacia nosotros mismos – Parte 4

 

A la parte 3

Punto de vista y punto de fuga

Desde aproximadamente el año 1500 d.C. hasta el comienzo de la época moderna, el arte occidental ha pasado de una actitud de servicio colectivo y anonimato a otra de conciencia del yo. El yo determina ahora su propia posición y su propio punto de vista de y para sí mismo, mientras que antes el ser humano vivía en un espacio interno en el que penetraban tanto Dios como las fuerzas contrarias, y en el que en algún lugar de arriba estaba el cielo, y abajo el infierno.

Es significativo que la terminología de la perspectiva hable de un «punto de vista» y un «punto de fuga», que es una expresión exacta del punto de vista del yo. El “nivel de los ojos” determina el “horizonte”. Entre el punto de vista y el punto de fuga hay una brecha que hay que salvar, recorrer, cruzar e investigar.

Dado que la incrustación del ser humano en un cosmos geocéntrico acabó siendo estado de crisálida, una etapa que había que superar y dejar atrás, todo lo que se había creído hasta entonces se cuestionó y se revisó críticamente. Los mares, que hasta entonces se temían como fronteras del Hades, ahora se podían navegar; y el interior del cuerpo, que antes era un tabú sagrado, ahora se abría e investigaba. A la pérdida de la integración en la creación de Dios y a la liberación de la superstición en la época de la ilustración, que se cultivó en un ateísmo seguro de sí mismo, le siguió la experiencia deprimente de una existencia aislada e inútil en un universo vasto y sin Dios. Se hizo necesario un nuevo autodescubrimiento.

A través del progreso científico -el concepto evolutivo de Darwin, el psicoanálisis de Freud, los análisis económicos de Karl Marx- la percepción del mundo exterior se amplió hasta convertirse en un universo ilimitado y el interior se redujo a microestructuras de procesos neuronales y psicológicos. El microscopio y el telescopio se convirtieron en los equivalentes ópticos con los que el hombre trató de medir su seguridad, en gran medida perdida, tanto a nivel individual como de especie. La fisión nuclear, como prueba de la estrecha relación entre la materia y la energía, introdujo en la conciencia de la gente, de forma impactante, la posibilidad, hasta entonces inaudita, de la creatividad total o la destrucción total.

El arte se ha desarrollado como un cohete de bengala desde el advenimiento del yo en el Renacimiento. La temprana fascinación por este sentido del yo todavía está en nuestra memoria y almacenado en las obras de aquella época; la luz, sin embargo, se ha ido. Pues con el dinamismo de un avance revolucionario, los logros de la perspectiva fueron «superados». La perspectiva central y la armonía de la proporción cayeron en descrédito. Las influencias de otras culturas hicieron que la europea pareciera encorsetada y decadente. Estallaron todas las costuras de la vieja prenda de la era moderna.

Visiones caducadas

A principios del siglo XX, la humanidad se encontró ante un salto cuántico frente a los niveles: científico, psicológico, social, económico, político y espiritual.  Esto exigía un nuevo lenguaje de formas, en el que pudiera producirse este revolucionario cambio de paradigma.

Debía haber un arte, libre de todas las referencias e ilusiones conocidas, que preparara el espíritu puro de una nueva humanidad para un futuro liberado de la esclavitud.

Kandinsky recordó la pintura de iconos; en el cubismo se rechazó la perspectiva central como visión unidimensional que no se correspondía con la realidad. La imagen se convirtió de nuevo en un espacio con sus propias leyes que no se regían por la representación ilusoria de un espacio aparente. Y quizá el mayor salto del arte moderno lo representó la pintura abstracta, que se alejó por completo del mundo figurativo visible.

En Alemania surgieron muchos impulsos espirituales y artísticos, especialmente en la Bauhaus. A través del fascismo en el «Tercer Reich», este movimiento fue desacreditado y combatido. En Rusia, la revolución para la liberación de las masas se convirtió en una dictadura que destruyó sus propios ideales.

Ideales

El mal uso de conceptos como el fascismo y el comunismo, que tuvieron un gran impacto en la humanidad, mostraron la incapacidad estructural del ser humano para realizar ideales. En estos casos, el propio ideal cayó en el descrédito y fue cancelado del catálogo de esperanzas humanas, dejando solo las promesas materiales de felicidad. El uso indebido, refinado y sin escrúpulos, de la estética y el arte por parte de monarcas y dictadores contribuyó, a su manera, a una creciente sospecha general de todo lo que era armonioso y bello.

Los efectos de esto se reflejan en el arte contemporáneo. Lo negativo, lo feo y lo caótico aparecen como una expresión honesta, más cercana a la realidad que vivimos, que a la estética futura idealizada de conceptos utópicos fallidos. Lo feo, provocador y chillón también resulta ser más mediático. Así se ha desarrollado un trato calculado, en el que la fealdad se vende como verdad: un reflejo del principio que pretende rechazar.

Algunas de las obras que surgieron de las visiones más atrevidas en el cambio del siglo XIX al XX, tienen valores de mercado muy altos. El advenimiento ardiente y espiritual de ese período se llama ahora «arte moderno clásico».

Objetivo

Se continuó buscando la verdad tras la apariencia, lo que condujo a un progresivo distanciamiento de la naturaleza como requisito imperativo para las artes pictóricas.  La necesidad de una percepción objetiva, descubierta durante el período del Renacimiento, se vio súbitamente satisfecha con la invención de la cámara fotográfica. Con su lente objetiva, un ojo de cristal incorruptible, la fotografía podía congelar una imagen sobre un fondo de plata sensible a la luz, sin ningún tipo de expresión o interpretación subjetiva.

Esto fue, al mismo tiempo, el precursor de un reino de la ilusión sin precedentes, que más tarde se convirtió en una industria de influencia mundial. El cine, la televisión, el vídeo y, en la actualidad, los mundos virtuales de los juegos de ordenador y las películas generadas por ordenador, generan imágenes en movimiento muy realistas que describen una realidad sin ningún vínculo con la naturaleza.

En el siglo XXI, hemos llegado de alguna manera «de vuelta al futuro», porque todas las visiones de hoy nos recuerdan las visiones fallidas del pasado. La consecuencia es una falta de orientación generalizada, con un único sistema de valores aparentemente fiable: el capital, el valor financiero. Experimentamos la relativa insignificancia del arte como orientación espiritual, y el triunfo de los medios de comunicación ilusorios. Sin embargo, todo esto es también un reto para el ser humano despierto y creativo, que se sabe corresponsable del futuro.

Continua en la parte 5

 

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Fecha: enero 14, 2019
Autor: Alfred Bast (Germany)
Foto: Ruth Alice Kosnick

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