Rostros de Dios. Parte 2

"En la Biblia se nos presenta al hombre como A.D.M., tres sonidos traducidos como "Adán", los cuales son las designaciones respectivas del espíritu, del alma y del cuerpo; cabalísticamente se representan con el número 1440, es decir, 9." (Jan van Rijckenborgh)

Rostros de Dios. Parte 2

(A la Parte 1)

El primer capítulo del Génesis describe la creación del mundo y del hombre. Allí leemos que los Elohim dijeron:«Hagamos a la humanidad a nuestra imagen, a nuestra semejanza»[1]. Los estudiosos cabalísticos de la Biblia consideran las palabras «nuestra imagen» y «semejanza» como sinónimos. Ellos entienden la «semejanza» (hebreo, demut) como el aspecto visible y externo del hombre, mientras que la palabra «imagen» (hebreo, celem) se refiere al mundo interno, oculto e invisible en nosotros. En el corazón humano hay un átomo particular, que no es terrestre, llamado por los antiguos iniciados «la chispa», en la que se oculta – como en una semilla – la imagen del hombre celestial. Esta imagen es una manifestación luminosa, está libre de cualquier máscara.

Pero antes de que el hombre se libere de las máscaras, antes de que realmente se conozca a sí mismo, percibe también a Dios a través de su prisma. El hombre tiene un aspecto externo, terrenal y visible, así como uno interno – espiritual y oculto. Este aspecto externo y visible se describe, según la numerología pitagórica, por las consonantes de sus nombres y apellidos. Y el aspecto interno e invisible, llamado el número del alma, es descrito por las vocales. Las vocales no estaban registradas en las antiguas escrituras cabalísticas porque se consideraba que se referían al alma invisible, que podía conocerse animando el cuerpo y llenándolo de luz.

Tomando como base el día, mes y año de nuestro nacimiento, el numerólogo puede elaborar un gráfico para nosotros llamado el diamante de la vida, desde el cual lee la calidad de nuestra trayectoria de vida, ciclos, desafíos y lecciones que tenemos que dominar en diferentes etapas de nuestra vida presente. El nombre de «diamante de la vida» no es accidental. Pues este diagrama, en primer lugar, se asemeja realmente a un diamante y, en segundo lugar, es una representación gráfica y simbólica de un proceso cuyo objetivo final es transformarnos de seres naturales, -terrenales, cuya vida se basa en compuestos de carbono-, en seres superiores, puros y nobles como un diamante, en seres divinos. Curiosamente, la palabra «diamante» proviene de la antigua palabra griega adamas y del latín diamas. El nombre latino de esta piedra significa literalmente «amas a los dioses», y el griego adamas (indestructible, invencible) trae a la mente el bíblico Adán o Adán Kadmon, el Adán original, el primer hombre perfecto que conocemos de las enseñanzas cabalísticas. Michael Laitman, un rabino contemporáneo, promotor y difusor del conocimiento cabalístico, en uno de sus libros escribe que la palabra Adán deriva de la palabra aramea «cúpula», que significa «similar al Creador». Escribe:

«La sabiduría antigua dice alegóricamente que toda la humanidad fue creada como un solo ser, lo que significa que al principio todos los humanos estaban unidos como uno solo. Y la Naturaleza se relacionaba con nosotros como lo hace con un hombre. Esta imagen colectiva se llama Adán, derivado de ‘cúpula’, que en arameo babilónico antiguo significa ‘como el Creador’.

Originalmente creados como un solo hombre, como resultado del creciente egoísmo, gradualmente perdimos nuestro sentido de comunidad y nos separamos, llegando en nuestro sentido de separación hasta el punto del odio».

En el libro «La Enseñanza Elemental de la Rosacruz Moderna»[2], Jan van Rijckenborgh dice sobre Adán lo que sigue:

En la Biblia se nos presenta al hombre como «A.D.M.», tres sonidos traducidos como «Adán», los cuales son las designaciones respectivas del espíritu, del alma y del cuerpo, y cabalísticamente se representan con el número 1440, o sea 9.

A – Aleph, el número 1, designa el devenir, la manifestación y la fuente de donde todo proviene: el espíritu.

D – Daleth, el número 4, es el ordenador o la puerta; calificación típica de las funciones del alma.

M – Mem, el número 4O, es el realizador y ejecutor; la estructura material.

Adán no representa nunca a un individuo, sino a la humanidad tomada en su conjunto, en su manifestación según el espíritu, el alma y el cuerpo.

Al final de la Biblia, en el Apocalipsis, se habla de 144.000 liberados, número cabalísticamente igual a 9, y que también designa a la humanidad, tomada esta vez como grupo que participa en la redención. Efectivamente, no se trata aquí de un grupo de 144.000 entidades, sino de seres humanos que se han sometido según la conciencia, el alma y el cuerpo al proceso de regeneración y lo han culminado con éxito».

Este proceso de renovación está relacionado con el misterioso enigma que se suponía que la Esfinge debía plantear a los viajeros a las puertas de Tebas, amedrentando y acosando a la gente:»¿Qué animal está dotado de voz, camina a cuatro patas por la mañana, con dos patas al mediodía y con tres por la noche?». Este rompecabezas fue resuelto por Edipo, quien dijo que este animal era un ser humano, porque siendo un bebé se mueve a cuatro patas; cuando crece, con dos patas; y en la vejez se sostiene con un bastón, por lo que tiene tres patas. Sin embargo, hay otra solución más profunda a este enigma[3]. Está relacionado con el análisis pitagórico de los tres números mencionados en el acertijo: 4, 2 y 3, que cuando se suman dan 9, el número natural del hombre y los mundos inferiores. El Cuatro representa a un hombre con una conciencia animal y primitiva, limitada al mundo de la materia. El Dos se refiere a un hombre dotado de un intelecto terrenal, cuya luz se mezcla con la oscuridad; por lo tanto, este hombre está en las garras del mundo dual y percibe el mundo de una manera dual. El Tres, por otro lado, se refiere a un hombre espiritual que ha sido iniciado en los arcanos de la Opus Magnum. El cual, como resultado de una transformación alquímica y un profundo autoconocimiento, restauró el microcosmos – como una unidad de espíritu, alma y cuerpo – en su perfección original. Se convirtió en Manas, un sabio que puede regresar a su patria espiritual perdida. Solo cuando un hombre resuelve este misterio, el secreto de la vibración Tres, descubrirá el misterio de su existencia. Se liberará de su imagen, un espejo neutro (0) que refleja la faz del Padre, de la Madre, de Abba, de Ama (1, 2). Él se convertirá en Su demut y celem.


[1] Génesis, 1, 26.

[2] Jan van Rijckenborgh: «La enseñanza Elemental de la Rosacruz Moderna”, capítulo 10.

  • [3] Véase: Manly P. Hall, «The Secret Teachings of All Ages» (Las Enseñanzas Secretas de Todos los Tiempos), capítulo 6. Editorial Booket, idioma español, 2015
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Fecha: agosto 2, 2021
Autor: Emilia Wróblewska-Ćwiek (Poland)
Foto: Sergei Tokmakov via Pixabay CCO

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